Mito de Edipo y la Esfinge
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on viernes, 11 de diciembre de 2009
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La Esfinge Fue enviada por un dios, pero no hay acuerdo sobre cuál. La mayoría de los autores señala que fue la vengativa Hera, opinión que sostienen, entre otros, Apolodoro y el autor del escolio a las Fenicias. Señala este último que el motivo de la diosa habría sido la impunidad en que los tebanos quedaron tras el rapto y la seducción que Layo, rey de Tebas, cometiera en la persona del joven Crisipo. También se menciona como que fue enviada por Dioniso y Ares, vinculando las razones de este último al episodio en el que su hijo Dragón fue muerto a manos de Cadmo, el fundador de Tebas. Eurípides, por su parte, señala que la envió Hades.
La Esfinge se instaló en uno de los montes del oeste de la ciudad de Tebas, el Ficio o el Antedón. Desde ahí se dedicó a asolar la campiña tebana destruyendo las siembras y matando a todos los que no fueran capaces de resolver sus enigmas. Mataba estrangulando, y algunas opiniones refieren que de ahí viene su nombre, ya que cerraba (sphíggein, ‘cerrar’) el paso del aire a los desafortunados que caían en sus garras.
Higinio refiere que la Esfinge propuso a Creonte, rey de Tebas, que si alguien era capaz de resolver uno de sus enigmas se iría para siempre; pero si no, mataría a quienes fallasen y seguiría destruyendo. Apolodoro no cree que el monstruo haya sido capaz de compromiso alguno, y propone que debió haber sido un oráculo el que revelara a los tebanos la forma de librarse de la Esfinge.
Según Apolodoro, la Esfinge había aprendido el arte de formular enigmas de las Musas. Cuenta Aristófanes el gramático que Edipo mismo la llamó musa, ya que era propio de las Musas el manejar las palabras con belleza, esto es, a través del canto. La Esfinge cantaba sus enigmas, así lo afirma Pausanias. Sófocles la llama «cruel cantora».
El acertijo, en la sencilla formulación de Apolodoro, habría sido: «¿Qué ser provisto de voz es de cuatro patas, de dos y de tres?»
Varios trataron de resolver el enigma de la Esfinge y fallaron, siendo muertos; entre ellos Hemón, hijo de Creonte. Ante tan angustiosa situación, el rey hizo una proclama a toda Grecia prometiendo que daría el reino, y a su hermana Yocasta en matrimonio, a quien resolviera el enigma de la Esfinge. Muchos vinieron de remotos lugares y fallaron en dar la solución, pero Edipo, el hijo perdido de Layo y Yocasta, lo interpretó correctamente. Según Aristófanes el gramático, estas habrían sido las palabras con que Edipo respondió a la Esfinge:
Escucha, aun cuando no quieras, Musa de mal agüero de los muertos, mi voz, que es el fin de tu locura. Te has referido al hombre, que cuando se arrastra por tierra, al principio, nace del vientre de la madre como indefenso cuadrúpedo y, al ser viejo, apoya su bastón como un tercer pie, cargando el cuello doblado por la vejez.
Según Higinio, al escuchar la respuesta de Edipo, la Esfinge saltó desde el monte, que era su guarida, en busca de la muerte. Apolodoro afirma que no saltó desde un monte, sino desde la acrópolis de Tebas. Hay otros, como Eurípides, que señalan que no saltó, sino que fue el propio Edipo quien le arrojó montaña abajo.
Como recompensa, Edipo se casó con la reina (su verdadera madre) y se convirtió en el regente de Tebas.
Luna nueva
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Edward decide dejar a Bella y marcharse a otra ciudad para protegerla de posibles accidentes y de nuevos ataques por parte de vampiros. Es en ese momento en el que Bella comienza a frecuentar a Jacob y descubre que ha su lado se siente bien y su dolor remite. Tras este peridodo de infelicidad en el que Bella oía la voz de Edward en su mente cada vez que realizaba un acto peligroso para ella, decide saltar desde un acantilado al mar. Bella observa el Mercedes de la familia Cullen a la puerta de su casa desde el coche de Jacob a la vuelta. Tras una fuerte discusión con el, marcha a Italia a buscar a Edward, el cual piensa que ella se ha suicidado por amor.
Pablo Neruda : Poema 20
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on lunes, 23 de noviembre de 2009
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Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos».
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.
Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos».
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.
Un Paseo Para Recordar
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on martes, 27 de octubre de 2009
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Cada primavera, en la pequeña ciudad portuaria de Beaufort, Landon Carter rememora su último año en el Instituto de Beaufort y se acuerda de Jamie Sullivan, la chica que cambió su vida. Jamie era la última persona de la que podría pensarse que Landon se enamorase. Seria y conservadora, Jamie era todo menos fría, y no le importaba. Su confianza en sí misma no dependía de la opinión de los demás. Hija del ministro bautista del pueblo, a Jamie no le importaba decir a los demás que su fe era lo más importante en su vida, incluso si eso le suponía perder algunos amigos. Landon era uno de tantos: un tío temperamental, desnortado, que destacaba en el instituto por su aspecto y su carácter. A sus amigos les divertía burlarse de todos cuantos no eran como ellos y solían criticar a Jamie por su vestimenta sobria y su conducta taciturna. Landon y su pandilla mandaban en la escuela, pero su efímero reinado finalizaría pronto, cuando finalizase la escuela y comenzase la vida, aunque no fuesen consciente de ello.